21 de julio de 2011

6.- LA RECONQUISTA (SIGLOS XI-XIII)


       6.1 Introducción
       6.2 Reino de Castilla y León
       6.3 Reino de León (1157-1230)
       6.4 Corona de Aragón
       6.5 Condados de la futura Cataluña. La Marca Hispánica
       6.6 Reino Navarra
       6.7 Vida social, cultural, religiosa

6-1 Introducción

Como ya vimos en el apartado 4.6, cuando en el año 1031 desaparece el califato de Córdoba, al-Ándalus quedaría fragmentado en pequeños reinos denominados taifas. Esta división debilitó el poder político y, evidentemente, el militar lo que les impidió mantener sus posiciones en las fronteras con los cristianos y, de alguna forma, quedaron a merced de los reyes cristianos. Esto se tradujo en el pago de parias y tributos (Ver Dossier nº 2 en la página “Dossieres”) por parte de los musulmanes a los reyes cristianos, cuya consecuencia era doble. Por una parte se reconocía la superioridad de los cristianos y, por otra, se recibía la protección militar del rey cristiano correspondiente,  ante la posibilidad, nada remota, por cierto, de ser atacados tanto por sus propios correligionarios como por otro rey cristiano.

Creo que ya hemos dicho que en aquellas épocas todo el mundo estaba a mamporrazos. Hay que quitarse de la cabeza la idea, si es que se tiene, (me refiero a la idea no a la cabeza, claro) de que todo era unión entre los cristianos y unión entre los musulmanes y que el enfrentamiento era entre unos y otros. No, no, qué va. Es absolutamente cierto, no obstante, que los enfrentamientos eran fundamentalmente entre musulmanes y cristianos, por supuesto, pero eso no quiere decir que en ocasiones no se luchara unidos frente al enemigo, fuera este de una religión u otra. A mayor abundamiento en esta cuestión, más adelante veremos cómo uno de los personajes históricos más emblemáticos de España, el Cid Campeador (Ver Dossier nº 3 en la página “Dossieres”), luchó en algunas ocasiones al lado de los musulmanes contra reyes cristianos. Todo esto viene para aclarar que la ayuda que las taifas exigían a cambio del pago de sus parias y tributos incluía la defensa ante ataques de otros reinos cristianos, no solamente de los ataques de otras taifas, pues ambos se producían.

Por otra parte, la Europa defensiva los siglos IX y X, víctima de ataques de todo tipo durante este tiempo, en el siglo XI pasó a ser una Europa claramente a la ofensiva, iniciándose por aquella época las denominadas Cruzadas. Desde esta perspectiva europea, la reconquista de los terrenos ocupados por los árabes en Hispania era, al fin y al cabo, el equivalente de las cruzadas de los cristianos de Europa.

Ambas cuestiones, el derrumbe del califato cordobés y el cambio causado en Europa, hacen que los cristianos peninsulares tomen la iniciativa y consigan dar un cambio en la correlación de fuerzas entre los cristianos y musulmanes y así, antes de que concluya el siglo XI la ciudad de Toledo, capital del reino de los visigodos y desde el siglo VIII una de las ciudades más importantes de los árabes, se recupera y pasa a pertenecer al reino de Castilla y León.

El Camino de Santiago en el siglo XI fue un elemento de enorme importancia, pues, este camino de peregrinación, fue el nexo de unión entre los cristianos peninsulares con el resto de Europa, lo que les permitió incorporarse a las corrientes políticas, económicas, sociales y religiosas que imperaban en Europa, convirtiéndose en una pieza más de ese mosaico europeo.
Sancho III el Mayor
Es en esta época cuando se inicia una etapa de consolidación decisiva de los reinos cristianos basada fundamentalmente en el progreso económico. Hay que tener en cuenta que en esta etapa, que termina a finales del siglo XIII, la población se multiplica por tres debido a la expansión agraria y a la ocupación de nuevas tierras que facilitan el aumento del comercio local, las actividades artesanales, la vida urbana y con ello se generaliza el uso de la moneda.

Uno de los factores que más contribuye a la consolidación de los reinos cristianos y a su progreso económico en esta etapa, es la aparición de los tributos y parias pagados por los reinos de taifas. Sin embargo, y al mismo tiempo, las parias fue motivo de enfrentamientos y disputas entre los reinos cristianos por ver quien las cobraba, lo que impidió que este avance fuese más productivo todavía.
Hay que advertir, además, que es también en este momento de inicio de consolidación de los reinos cristianos cuando se produce la disgregación en sus territorios. En efecto, el proyecto unificador del Sancho III el Mayor, Rey de Pamplona, se viene abajo cuando sus hijos se erigen en reyes independientes en las posesiones que su padre les había dejado bajo su gobierno dependiendo del primogénito García. Así en el año 1035, el testamento de Sancho III deja a su hijo primogénito García el reino de Pamplona en el que gobernaría directamente; a su hijo Fernando, el condado de Castilla; a su hijo Gonzalo, los condados de Sobrarbe y Ribagorza y a su hijo bastardo Ramiro, el condado de Aragón.

En fin, antes de entrar a ver el desarrollo de cada uno de los territorios cristianos, decir que, mientras en los territorios musulmanes ninguna de las taifas consigue imponerse a las demás, en los territorios cristianos hay dos núcleos que durante este periodo se consolidan y consiguen ser hegemónicos en sus respectivas zonas de influencia, son Catilla y Aragón. 

6.2 Reino de Castilla y León.

Como acabamos de ver, en el año 1035 a la muerte de su padre Sancho III el Mayor, el segundo varón de éste, Fernando, pasó a gobernar el condado de Castilla. Justo dos años después, en 1037, se enfrentó a su cuñado, el rey de León Bermuda III. De aquella batalla salió victorioso Fernando y se proclamó rey de León, aprovechando la ocasión para pasar a Castilla de condado a reino. Castilla y León, de esta forma, volvían a estar unidos, pero con título regio ambas entidades. Así, precediendo el nombre de Castilla al de León, surge el reino de Castilla y León.
Península Ibérica hacia el año 1037
Durante su reinado Fernando I (1037-1065), conocido como el Magno, consigue incorporar las plazas de Viseo, Lamego y Coimbra, pero más que el avance territorial que, en todo caso, fue escaso, cabe destacar el sometimiento económico que ejerció sobre las taifas musulmanas, a través del sistema de parias del que hemos hablado anteriormente.

A la muerte de Fernando I, una vez más, se produce la división de sus reinos. Su hijo primogénito, Sancho II, se pone al frente de Castilla, mientras que Alfonso VI se pone al frente de León y a García le corresponde Galicia en la que todavía se incluye Portugal. Los tres, como buenos hermanos, aceptan, en principio, la parte territorial que les ha correspondido, así como la distribución que su padre hace entre ellos de las parias que venía percibiendo de diversas taifas. Ahora bien, parece ser que en aquella época las situaciones tranquilas y relajadas no tenían cabida, la buena relación entre los hermanos no dura mucho y el conflicto entre ellos aparece. Sancho II es el que sale vencedor en el enfrentamiento con sus hermanos y en el 1068 derrota a su hermano García en LLantada y en el 1072 a su hermano Alfonso VI en Golpejera, lo que le permitió reunir en su cetro los reinos en los que había ejercido la soberanía su padre. Unión que duraría hasta 1139, fecha en la que Portugal se erige en un nuevo reino peninsular, después de haberse proclamado condado unos años antes. Más adelante veremos esta circunstancia.
Fernando I deja el reino de Galicia a García, el reino de León
a Alfonso VI y el reino de Castilla a Sancho II. Después
pasó lo que pasó 
Después de la derrota ante su hermano Sancho II, Alfonso VI hubo de abandonar León, se refugia en Toledo, es decir en los dominios de su vasallo musulmán y su hermano García desaparece prácticamente de la escena política.

Pero, como antes decíamos, las situaciones tranquilas no parece caracterizar aquellos tiempos, y en el mismo año 1072 el victorioso Sancho II cae asesinado por Bellido Dolfos en la afueras de Zamora, ciudad que controlaba su hermana Urraca. Este hecho, sin duda reprobable, permitió, sin embargo, a Alfonso VI regresar a las tierras de la meseta norte y convertirse en rey de Castilla y León (1072-1109)

Nueve siglos y medio más tarde, en el año 1961, Charlton Heston, encarnando al vasallo predilecto de Sancho II, acompañado de Sophia Loren en el papel de su esposa, Dª Jimena, obligaba a Alfonso VI a jurar que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano Sancho, es decir, como se diría ahora que no había sido el inductor intelectual del crimen. Se trata de la película El Cid dirigida por Anthony Mann. Ese acto, el “Juramento de Santa Gadea” como se le conoce, al parecer no tiene ningún fundamento histórico que lo avale, y no parece ser que se produjera en realidad. Aunque eso sí, a la película no le vino nada mal y, además, es verdad que las relaciones de Alfonso VI con Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, no fueron lo que se dice muy fluidas, más bien todo lo contrario: fueron a cara de perro. Estas relaciones difíciles llevaron al Cid a ser desterrado en varias ocasiones de Castilla.

Al margen de esa relación polémica, Alfonso VI protagonizó acciones de suma importancia para los reinos de Castilla y León. Por de pronto, aprovechando la debilidad del reino pamplonés, incorporó a sus reinos, en el año 1076, diversas comarcas de La Rioja y del actual País Vasco.

Pero si hay que resaltar algo durante el reinado de Alfonso VI eso sin duda la toma de Toledo en el año 1085. Hay algunos historiadores que mantienen que durante su exilio en Toledo hasta la muerte de su hermano Sancho II, el rey cristiano había pactado con el reyezuelo de la taifa la entrega de la ciudad a cambio de su instalación en Valencia. Otros, sin embargo, hablan de 4 años de sitio de la urbe para penetrar los ejércitos cristianos victoriosos tras la entrega de la ciudad, en el año mencionado de 1085. Sea como fuere, el caso es que Toledo, que fue la primera gran ciudad de al-Ándalus que pasó a manos del poder cristiano, se sumó a los dominios del reino castellano-leonés. Alfonso VI en aquellos momentos adoptó títulos de lo más pomposo y rimbombantes como imperator totius Hispanae o emperador de las dos religiones.

Además, la incorporación de Toledo permite también la conquista de diversas plazas situadas al sur del Sistema Central: Atienza, Guadalajara, Madrid, Talavera…, lo que hace que las fronteras bajen hasta cerca de Sierra Morena.
Península Ibérica hacia 1150
Con estos sucesos es como se inicia la hegemonía de Castilla entre los reinos cristianos de la península. El hecho de haberse entregado la ciudad hace que el rey Alfonso VI garantice a sus habitantes musulmanes el respeto a sus propiedades y creencias. Junto a ellos se instala la nueva población cristiana, que convive con el importante núcleo mozárabe y con los judíos, y a cada grupo étnico se le reconoce su propio derecho y sus propios fueros.

En cualquier caso no todo fueron buenas noticias durante el reinado de Alfonso VI. La llegada de los almorávides a la península Ibérica (ver 4.7), procedentes del norte de África, llamados por algunos reyes de taifas ante su temor de ser atacados por los reinos cristianos, a pesar de estar pagando las parias correspondientes, dificultó el avance de los ejércitos cristianos que sufrieron derrotas importantes como la de Sagrajas en 1086 y la de Uclés en 1108, cuyas consecuencias fue la pérdida de diversas plazas controladas por los cristianos. Eso sí, el objetivo prioritario de los almorávides de recuperar Toledo no llegaron a conseguirlo.

Por otra parte, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, que su relación con el rey Alfonso VI fue de todo menos fluida y cordial, sufrió su primer destierro en 1081 y pasó a vivir como mercenario al mejor postor, llegando a servir en esta época al rey de la taifa de Zaragoza. En el año 1094 El Cid conquistó definitivamente la ciudad de Valencia en la que estableció el centro de sus dominios, los cuales semejaban una especie de principado feudal. El Cid vivió en Valencia hasta su muerte en 1099 y en este tiempo repelió en varias ocasiones las acometidas de los almorávides. Al parecer el Sr. Díaz tenía una gran capacidad militar y un valor extraordinario, tanto es así que incluso después de muerto fue capaz de vencer en una batalla a los musulmanes. Según la leyenda (una vez más) nos cuenta que su mujer, Dª Jimena, hizo atar el cadáver de El Cid a su caballo, lo colocó en cabeza de sus ejércitos y lo lanzó contra los almorávides. Éstos tenían tanto miedo a El Cid que en cuanto lo vieron a caballo salieron corriendo despavoridos. Por supuesto que la película antes mencionada también recoge este hecho. En fin, a pesar de todo, en el año 1102 Valencia terminó cayendo en poder de los almorávides.
Alfonso VI de Castilla y León
Un poco antes de su muerte, Alfonso VI, sin hijos varones, pues su hijo Sancho había muerto un año antes en la batalla de Uclés, nombra heredera del trono del reino de Castilla y León a su hija Doña Urraca (1109-1126). Sin embargo, el reino castellano-leonés entra en una profunda crisis interna que duró prácticamente todo su reinado.


Antes de la unificación de las coronas de Aragón y de Castilla producida con el matrimonio de Fernando II de Aragón con Isabel I de Castilla, los conocidos como Reyes Católicos, se produjo el intento de unificar los reinos del occidente y oriente peninsular a través del matrimonio entre Dª Urraca de Castilla y Alfonso I, el Batallador, de Aragón. El fracaso fue rotundo y se tradujo en enfrentamientos armados entre los propios cónyuges que acabaron con la separación matrimonial mediante el repudio de la reina de Castilla por parte de Alfonso I unos años más tarde.

Por su parte, el condado de Portugal, que había sido cedido por Alfonso VI a su hija Teresa, casada con Enrique de Lorena, comienza a dar los primeros pasos hacia su independencia.

Alfonso VII (1126-1157), hijo del primer matrimonio de Dª Urraca, sucede a su madre en el trono del reino de Castilla y León. Favorecido por el declive del imperio almorávide consiguió reanudar el avance militar y colonizar para su reino por el sur las tierras de la Meseta, lo que se tradujo en la conquista de nuevas plazas: Oreja (1139), Coria (1143), Calatrava (1146). Incluso se llegó hasta Almería en una expedición montada en el año 1147.

Alfonso VII fue coronado emperador en el año 1135 en León, pues sus dominios se extendían “del Océano al Ródano” lo que significaba que, además de sus propios reinos, recibía numerosos vasallajes de príncipes y reyes de la Cristiandad. Continuaba por tanto la hegemonía castellano-leonesa, sin embargo, como veremos un poco más adelante, la unión, unos años más tarde, del reino de Aragón con el condado de Barcelona supuso la aparición en tierras peninsulares de una entidad política de gran fortaleza con capacidad de luchar por la hegemonía cristiana peninsular. Además, por si fuera poco, Alfonso Enriquez, hijo de Enrique de Lorena y Teresa, consigue en el año 1139 que Portugal (Ver Dossier nº 5 en la página “Dossieres”) sea reconocido por el papado como reino y, aunque en un principio Alfonso VII se niega a reconocerlo como tal, no tendrá más remedio que aceptar la situación en el año 1143 y reconocer la condición regia de Portugal. Reino que se afianza con la política de Alfonso I de Portugal que inicia la conquista y repoblación del espacio comprendido entre Coimbra y el Algarve.

Así las cosas, la presunta hegemonía de Castilla y León en la España cristiana comienza a ponerse en duda. Esta pérdida de protagonismo político se confirma con la muerte de Alfonso VII y la división de sus reinos entre sus herederos.

En efecto, Castilla pasó a Sancho III (1157-1158) y León a Fernando II (1157-1188). La pronta muerte de su padre Sancho III, el pobre reinó poco más de un año (exactamente 375 días), pilló un poco pequeño a su hijo y heredero Alfonso VIII (1158-1214). Ante la debilidad de la corona por la minoridad del rey, algunos intentaron aprovecharse y Castilla fue escenario de una dura pugna entre las dos principales familias de la nobleza. Es evidente que siempre hay gente que pretende aprovecharse del débil y así Navarra se dijo esta es la mía e intentó recuperar plazas que venía reclamando desde hacía mucho tiempo como era el caso de Logroño. Bien es cierto que Alfonso VIII cuando consiguió la mayoría de edad, año 1170, se defendió con firmeza y consiguió anexionarse Guipúzcoa y Álava y desarrolló una política de fomento de la costa cantábrica.

Y como cuando vienen bien dadas hay que aprovechar el momento, Alfonso VIII decidió echarse novia y fue a tomar como esposa a Leonor, hija del monarca inglés Enrique II, que llegó con el condado de Gascuña bajo el brazo en calidad de dote matrimonial, lo que, sin duda, aumentó el prestigio del que ya gozaba el rey Alfonso.

Ahora bien, si queremos conocer el hecho más importante realizado por el rey Alfonso VIII no tenemos más remedio que referirnos a la victoria que consiguió sobre los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), hecho que abrió las puertas del valle de Guadalquivir a la penetración cristiana. En esta batalla participaron al lado de Castilla el resto de los reinos cristianos peninsulares a excepción del reino de León que andaba a la greña con los castellanos.
Azulejo de la plaza de España de Sevilla que representa
 la jura de Santa Gadea
Durante la segunda mitad del siglo XII nacieron, en tierras de Castilla y León, las órdenes militares hispánicas (Ver Dossier nº 6 en la página “Dossieres”), las cuales seguían el modelo del Hospital y del Temple. La primera que vio la luz fue la Orden de Calatrava (1158). Unos años después surgía la Orden de Alcántara. La Orden de Santiago fue la última de las órdenes militares en aparecer. Las mencionadas Órdenes desempeñaron, desde sus primeros años de funcionamiento, un papel fundamental en la lucha contra los musulmanes, pero también fueron decisivas en la actividad colonizadora de las tierras de la meseta sur.

6.3 Reino de León (1157-1230)

Como hemos visto en el apartado anterior, en el año 1157, tras la muerte de Alfonso VII, los reinos de Castilla y León se separan dando lugar a la etapa conocida bajo la denominación de los “Cinco Reinos”, que durará hasta 1230 año en que Castilla y León volverán a unirse bajo la misma corona.

Mientras que el reino de Castilla queda en manos de Sancho III, el cetro del reino de León recae en su hermano Fernando II (1157-1188). Como era habitual en la época, pasó la mayoría del tiempo guerreando con los vecinos ya fueran cristianos castellanos, cristianos portugueses o musulmanes andalusíes.

Como anécdota podemos decir que Fernando II se casó tres veces siendo el nombre de su primera mujer y el de su tercera el mismo: Urraca, lo cual demuestra que por aquella época ese nombre era muy popular. Por cierto, que para completar la anécdota, decir que la madre de  la primera Urraca, hija de los reyes de Portugal, se llamaba Mafalda.

A Fernando II le sucedió el nieto de Mafalda, Alfonso IX (1188-1230), que conseguiría, a pesar de la amenaza de Castilla y Portugal de cerrar su expansión por el sur, extender su reino por la actual Extremadura.

Comenzó su reinado convocando una Curia Regia,  que fue el punto de partida de la institución de las Cortes. Un hecho histórico innegable, pues se trata de las primeras cortes europeas en las que participa el denominado “tercer estado”, es decir representantes de las ciudades y urbes importantes del reino. Por si fuera poco este hecho, hay que añadir que en estas primeras Cortes se reconocen una serie de derechos colectivos e individuales hasta entonces desconocidos.

También durante su reinado se crea el Estudio General de Salamanca que es el origen de la actual Universidad de Salamanca.

6.4 Corona de Aragón.

El condado de Aragón fue heredado por Ramiro I (1035-1063) de su padre, el tan ya mencionado Sancho III El Mayor, que pronto lo convierte en reino independiente de Navarra y se amplía a la muerte de su hermano Gonzalo (1037) con las incorporaciones de los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Aragón, al convertirse en reino, consigue la primacía de la zona y conoce un espectacular crecimiento territorial.

En efecto, los núcleos políticos del oriente peninsular, es decir Pamplona, Aragón y los Condados Catalanes, no se quedaron de brazos cruzados y, tal como hicieran los castellanos y leoneses, también arremetieron contra los andalusíes, aunque su progreso territorial durante el siglo XI fue más modesto, no así en el XII que la expansión territorial fue muy importante. Como veremos en el apartado siguiente con más detenimiento, el menos afortunado de dichos núcleos fue el reino de Pamplona. Como ya vimos en apartados anteriores García Sánchez III, sucedió en el trono a su padre Sancho III el Mayor. A él le sucedió Sancho IV, al parecer un personaje bastante gris,  que terminó asesinado después de una conspiración nobiliaria contra él en 1076. A raíz de aquel suceso el monarca aragonés Sancho Ramírez (1063-1094) logró proclamarse rey de Pamplona. Aragón y Navarra volvían a estar unidos[1], pero ahora, en contraste con lo sucedido tiempo atrás, el papel dirigente correspondía a los aragoneses.

Por tanto, el principal protagonismo de la expansión territorial a costa de los andalusíes, en la zona oriental peninsular, correspondió a la Corona de Aragón.

Sin duda Sancho Ramírez fue el impulsor de la reconquista aragonesa, tarea que continuo su hijo y sucesor, Pedro I (1094-1104), con el cual se completó el dominio de la zona prepirenaica por los cristianos.

A Pedro I sucedió en la corona de Aragón Alfonso I el Batallador (1104-1134) cuyo matrimonio con Dª Urraca, reina de Castilla y León, originó graves conflictos entre los cónyuges, motivando la constitución de un bando proaragonés en tierras meseteñas y la propia presencia del Batallador en la cuenca del Duero. Como hemos visto anteriormente el matrimonio fue anulado. Durante sus reinados fueron conquistadas las plazas de Egea (1105), Belchite (1117), Zaragoza (1118), Tudela y Tarazona (1119), Soria (que luego pasaría a Castilla) y Calatayud (1120).

Más complicado fue la situación en Aragón y Navarra al morir Alfonso I, pues éste que no tenía descendientes, legaba sus reinos a las órdenes militares del Hospital y del Temple. Aprovechando su muerte Alfonso VII, rey de Castilla y León, ocupó Zaragoza. Por si fuera poco, el pontífice presionaba para que se cumpliera el testamento del Batallador. Los nobles aragoneses, descontentos con el testamento citado, aceptaron como rey a un hermano suyo que era monje, Ramiro II (1134-1157). Este casó con Inés de Poitiers, teniendo de la misma una hija, Petronila, nacida en 1136. De nuevo se vislumbró la perspectiva de unión de Castilla y León con Aragón pues el monje se preparó para la boda de su hija con el heredero de Castilla, Sancho. Pero el posible temor a la hegemonía castellana, acaso el recuerdo de las “malditas y descomulgadas bodas” entre Alfonso I y Dª Urraca, o la preferencia de los nobles de Aragón a la unión con un pequeño estado feudal, como era Cataluña, inclinó en última instancia la balanza en favor de la boda de Petronila con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Inmediatamente Ramiro II se retiró de la escena política. Con este enlace se dibujaba en la península Ibérica un equilibrio indiscutible, que rompía el anterior predominio del núcleo occidental, por más que el propio Ramón Berenguer IV rindiera vasallaje a Alfonso VII. Por su parte, las órdenes militares recibieron importantes compensaciones, en particular la del Temple. Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y “príncipe de los aragoneses”, buscó el acuerdo con los reyes de Castilla para la empresa común contra los musulmanes, de lo que es muestra palpable el tratado de reparto de Tudillén (1151) en el que se fijaba la distribución del territorio de al-Andalus, aún pendiente de conquista. Pero no por ello olvidó Ramón Berenguer IV la proyección occitánica de Cataluña.

Alfonso II (1162-1196), primer rey conjunto de Aragón y Cataluña, buscó el entendimiento con Castilla y lo materializó con la firma del Tratado de Cazorla (1179) en el que se anulaba el vasallaje de Aragón a Castilla, al tiempo que se establecían las líneas de la futura acción reconquistadora.

El proceso unificador de Cataluña dio pasos adelante durante el reinado de Alfonso II al incorporarse al condado de Barcelona los de Rosellón Y Pallars, solo quedaban fuera de su ámbito los condados de Urgell y Ampurias. Asimismo, Alfonso II actuó sobre el sur de Francia, desarrollando en dicho territorio una política muy activa, de la que se derivó la plena incorporación de Provenza. No obstante, al morir se dividieron sus dominios, pasando Aragón y Cataluña a su hijo mayor Pedro y el sur de Francia a Alfonso.

Pedro II el Católico (1196-1213) se vio seriamente involucrado en los problemas del sur de Francia. Hombre de profundas convicciones religiosas, en 1204 acudió a Roma para ser coronado por el papa Inocencio IV, enfeudando el reino de Aragón a la Santa Sede, y en 1212 colaboró estrechamente con Alfonso VIII en la cruzada de las Navas de Tolosa.

6.5 Condados de la futura Cataluña. La Marca Hispánica.

Mientras tanto en la Marca Hispánica, el protagonismo, tanto en el terreno político como en el militar, corrió a cago del Condado de Barcelona, auténtico vertebrador de Cataluña.

Ramón Berenguer I (1035-1076), conde de Barcelona, tiene que hacer frente a una situación conflictiva heredada. Sin embargo,  inicia la percepción de parias sobre los taifas de al-Ándalus, al tiempo que pone en marcha una política de penetración en Occitania, que se tradujo en la incorporación del territorio de Carcasona-Razés al condado de Barcelona. A su muerte, sus dos hijos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, heredaron de su padre ambas posesiones. Los dos hermanos terminaron enfrentándose, lo que trajo como consecuencia un debilitamiento de las tierras catalanas, aparte de la desvinculación de Carcasona-Razés. Las cosas cambiaron, no obstante, con Ramón Berenguer III. Por de pronto, los condados de Besalú y Cerdaña se unieron con carácter definitivo a la casa condal de Barcelona, en tanto que el de Urgell seguía en su condición de feudatario. Retornó al sur de Francia, llegando a ocupar, después de una pugna con los condes de Tolosa, la Baja Provenza.

Este conde organiza una expedición contra Mallorca para acabar con los piratas de esta isla, a la que se unen naves de varias ciudades italianas. Aunque la empresa no finalizara con éxito, sirvió para afirmar el deseo de los catalanes de emprender la ocupación de las Baleares y consolidó la alianza con las grandes ciudades italianas como Pisa y Génova, así como Sicilia. Asimismo revela la preocupación de Ramón Berenguer III por la proyección marítima de Cataluña.

Pero el principal acontecimiento de la historia política de esta zona fue la unión del reino de Aragón y del condado de Barcelona, que se produjo a mediados del siglo XI con el matrimonio entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. De esta forma quedaban unidos el reino de Aragón y el condado de Barcelona y se establecía un equilibrio en el conjunto de la España cristiana y tendrá una trascendencia decisiva para el futuro del oriente peninsular. La teórica supremacía del “imperio Hispánico” se venía abajo, en parte por la solidez de la nueva unión llevada a cabo en la España oriental.

6.6 Reino de Navarra.

Navarra, después de ejercer en las primeras décadas del siglo XI una indiscutible hegemonía sobre los restantes núcleos de la España cristiana, quedó detenida en su expansión, en parte debido a que se le cerraron los caminos de la reconquista. Navarra pasa, pues, a un segundo plano y su expansión territorial queda bloqueada entre aragoneses y castellanos.

Los navarros aprovecharon la muerte de Alfonso I sin descendencia para desvincularse de Aragón, proclamando rey a García Ramírez VI.

Navarra, desde ese momento siguió su propio rumbo. García Ramírez VI el Restaurador (1134-1150) incorporó Tudela a sus dominios. Por lo demás, mantuvo buenas relaciones con Alfonso VII de Castilla y León, asistiendo en 1135 a la su coronación imperial en León. Pero estaba claro que la actividad reconquistadora había concluido para los navarros por aquellas fechas. Más aún, en adelante Navarra vivirá en constante peligro de ser absorbida por sus poderosos vecinos, Castilla y Aragón.

Sancho VI el Sabio (1150-1194) intentó aprovechar las minoridades de Castilla (Alfonso VIII) y de Aragón (Alfonso II) para recuperar tierras irredentas de Navarra, pero al final no logró nada positivo. Es más, en 1179 La Rioja pasaba definitivamente a Castilla. En su haber, no obstante, hay que anotar la concesión de fueros a diversas ciudades de su reino, como Vitoria y San Sebastián.  Fue precisamente con su sucesor, Sancho VII el Fuerte (1194-1234) cuando Navarra perdió la salida al mar con la incorporación de Álava y Guipúzcoa a la corona de Castilla.
Península Ibérica hacia 1230
En la batalla de las Navas de Tolosa de 1212 Navarra participó activamente aportando sus fuerzas en el gran triunfo de los ejércitos cristianos sobre los musulmanes.

6.7 Vida económica, social, cultural, religiosa…

En la Hispania cristiana continuaba el predominio de lo rural. La mayoría de la población vivía en núcleos rurales y las fuentes de riqueza procedían del campo. Sin embargo, en aquella sociedad el mundo urbano iba adquiriendo mayor peso de forma continua. El Camino de Santiago fue un elemento dinamizador de la economía por las tierras por las que pasaba, pues atrajo a numerosos artesanos y mercaderes, en gran medida franceses, para abastecer a los peregrinos en sus necesidades.

A los habitantes de estos nuevos núcleos urbanos, denominados burgos, se les llamaba, obviamente, burgueses. El camino de Santiago supuso el desarrollo de las villas por las cuales pasaban los peregrinos, cuando no la creación de nuevas villas y burgos. Así Jaca, Estella, Pamplona, Logroño Burgos, Castrogeriz, León, Astorga, etc. y, cómo no, la ciudad del apóstol, Santiago de Compostela, se beneficiaron de la nada despreciable afluencia de peregrinos. No obstante, hay que decir que la presencia de artesanos y comerciantes en núcleos urbanos no aparece con la presencia de los peregrinos, sino que es anterior a que existiera el camino de Santiago.

Por lo que respecta a los contactos con el resto de Europa, la Hispania cristiana mantuvo estrechos contactos con la Europa cristiana. Hubo diversos monarcas, que se mostraron ampliamente abiertos a la recepción de todo lo que procedía de la Cristiandad. Este proceso de apertura a Europa lo demuestra la celebración de un concilio en la ciudad de Burgos en el año 1080. El arte románico, estilo artístico de carácter internacional, llegado a tierras peninsulares tempranamente, es otro de los elementos que corroboran esta apertura.

En definitiva, la España cristiana mantenía unas relaciones sumamente fluidas con los vecinos países del continente europeo, lo que se traducía en el intercambio de personas, productos e ideas.

La cultura seguía estando controlada por los eclesiásticos. Junto a las escuelas monacales, dedicadas a la preparación de sus monjes, fueron cobrando cada día más auge las escuelas catedralicias. En los reinos de Castilla y León las más importantes escuelas catedralicias del siglo XII eran las de Santiago de Compostela, Toledo, Palencia y Segovia. No obstante uno de los rasgos más sobresalientes de la vida cultural del siglo XII fue el contacto establecido por los intelectuales cristianos con los musulmanes. La localidad aragonesa de Tarazona conoció el desarrollo de un centro de estudios en el que trabajaban intelectuales cristianos, musulmanes y judíos. Dicho centro fue impulsado por el primer obispo de la diócesis, el franco don Miguel. Asimismo, aunque lo veremos con más detenimiento en el próximo capítulo, en la primera mitad del siglo XIII se fundó la denominada “Escuela de traductores de Toledo”, en la que trabajaban gentes de las tres religiones. En Toledo se tradujeron obras de autores tan conocidos como los musulmanes Avicena y Algazel o los clásicos griegos Euclides, Hipócrates, Tolomeo y Aristóteles.

Las lenguas romances, por otra parte, seguían su marcha ascendente.


[1] Estarían unidos bajo la misma corona hasta 1134

1 comentario:

  1. Gracias al autor de la página. Un título curioso ese de "para vírgenes". Saludos.

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