23 de julio de 2011

4.- LA HISPANIA MUSULMANA (AL-ÁNDALUS) siglos VIII al XV

       4-1 Introducción
       4-2 Emirato dependiente (714-756)
       4-3 Emirato independiente (756-929)
       4-4 El califato de Córdoba (929-1031). Abderramán III
       4-5 Almanzor
       4-6 Primeras taifas (1031-1090)
       4-7 Almorávides (1091-1146)
       4-8 Almohades (1147-1269)
       4-9 La dinastía Nasrí o Nazarí de Granada (1238-1492)
       4-10 Estructura económica y social de al-Ándalus
       4-11 Las instituciones
       4-12 Vida cultural en al-Ándalus
       4-13 Legado andalusí    

4-1 Introducción

Nos encontramos en la segunda década del siglo VIII y aquí se nos presenta una nueva invasión de la Península Ibérica. En esta ocasión son los árabes que penetraron en tierras ibéricas solicitados por los hijos de Witiza para que les ayudaran a conseguir el poder eliminando a Don Rodrigo, rey de la mayor parte de la península. Como hemos visto anteriormente los musulmanes vinieron para echar una mano... y se quedaron, nada menos que durante 8 siglos. Lo mismo que los romanos y los visigodos, los musulmanes iniciaron la conquista, pero en este caso no hubo grandes defensas por parte de los hispanovisigodos y la península fue conquistada en muy poco tiempo, a pesar de que las tropas árabes no eran muy numerosas. En efecto, la conquista por los musulmanes se desarrolló con suma facilidad. Tariq y Muza, jefes de los musulmanes, utilizaron las calzadas romanas para realizar incursiones victoriosas e ir dejando guarniciones en los puntos estratégicos. La verdad es que no encontraron ninguna resistencia en sus recorridos por parte de los romano-visigodos y entre los años 711 a 714 llegaron hasta la meseta norte y el valle del Ebro. La explicación a esta falta de resistencia a los invasores es sin duda el estado de descomposición en que se encontraba el reino de los visigodos, pues durante los últimos reinados la situación era de suma debilidad política y de inestabilidad social y económica, lo que se tradujo en disputas internas de todo tipo. Si a todo ello sumamos que la minoría judía estaba muy quejosa del tratamiento recibido por los últimos monarcas visigodos, es fácil entender que el panorama no era el más propicio para que los hispanos trataran de hacer frente y resistirse a una invasión que, en el peor de los casos, los iba a dejar como estaban. Así las cosas los que no apoyaban abiertamente la invasión, llegaban a pactos con los invasores, como hizo gran parte de la nobleza hispano-goda, para que se les respetara sus dominios y haciendas previo acatamiento de los invasores. Y así a principios de octubre  del 711 los musulmanes se apoderaron de Córdoba y poco después de la capital visigoda, Toledo, se entregó sin ofrecer resistencia. En honor a la verdad hay que decir que los musulmanes fueron respetuosos y tolerantes con los cristianos, pues, al fin y al cabo, eran “gentes del Libro”[1].  Por ello los árabes no impusieron la religión musulmana a la población hispanovisigoda y, tanto los judíos como los cristianos, pudieron seguir con su culto; eso sí, como veremos más adelante, debían de pagar unos impuestos especiales a su circunstancia.

Como hemos visto algunos partidarios de don Rodrigo huyeron hacia las montañas del norte peninsular, a Asturias en concreto. Allí se establecieron y eligieron jefe a Don Pelayo, que, al parecer, era uno de los nobles cercanos a don Rodrigo. Los musulmanes lanzaron diversas campañas durante los años siguientes hacia el norte de al-Ándalus, llegando a conquistar la ciudad de Narbona, en el sur de las Galias, en el año 720. Sin embargo, pocos años después como sabemos, en el 732, sufrieron un gran descalabro en Poitiers. Ahora bien, esta no fue la primera derrota de los musulmanes en tierras europeas, pues en el año 722 Don Pelayo y los suyos sorprendieron a los musulmanes y les vencieron en la batalla de Covadonga: comenzaba lo que se llama la Reconquista que, en el capítulo siguiente, veremos como discurrió[2]

4-2 Emirato dependiente (714-756)

Durante el mandato del hijo de Muza, Abd al-Aziz (714-716), los musulmanes prosiguieron la conquista de la zona norte peninsular y tomaron Pamplona, Tarragona, Barcelona, Gerona y Narbona. Sin embargo, con su asesinato se abrió un período un tanto convulso por rivalidades entre los distintos clanes que componían las fuerzas invasoras y se sucedieron en el poder distintos gobernadores que dependían del califato de Damasco en el que estaba instalada la dinastía Omeya. Esta fase, hasta el año 756, es conocida como la del “Emirato dependiente”.
Por ello, el gobierno de al-Ándalus, que desde el año 716 tenía su capital en Córdoba, estaba regido por un emir, que, como decíamos antes, obedecía las órdenes del califa de Damasco. Ahora bien, a mediados del siglo VIII se produjo un cambio en el mundo musulmán, pues la dinastía Omeya que era quien regía los destinos de El Islam hasta esos momentos, fue eliminada de forma violenta por la dinastía Abasí, los cuales trasladaron la sede del califato a Bagdad. Sin embargo, uno de los miembros de la dinastía Omeya consiguió sobrevivir a la catástrofe, se refugió en tierras hispanas de al Ándalus y, tras unas duras luchas, consiguió hacerse con el poder en el emirato andalusí en el año 756. Se trataba de Abderramán I (756-788), quien inmediatamente rompió relaciones[3], al menos en el ámbito de la política, con quienes les habían expulsado del poder califal, pues en el religioso seguía prestando obediencia al califa Abasí de Bagdad. Se iniciaba de esta manera la nueva etapa bajo la denominación de “Emirato independiente”

4-3 Emirato independiente (756-929)

En efecto, Abderramán I llegó a la península en el año 755, en concreto a Almuñécar en donde, en uno de los extremos de su paseo marítimo, hay erigida una estatua con una placa conmemorativa que recuerda este hecho. En esta placa figura un pequeño poema que, según la leyenda pertenece al propio Abderramán I, en la que él manifiesta su añoranza y nostalgia por las tierras dejadas atrás:
  



























Abderramán I se estableció en la región de Elvira (Granada), reunió en torno a su figura a todos aquellos que estaban descontentos con la situación que se estaba viviendo en al Ándalus, y se hizo proclamar emir. Se dirigió a Córdoba, donde se estableció en mayo del 756 y, como ya referimos anteriormente, tras duras luchas, consiguió mantenerse en el poder y proclamar independiente al emirato de al Ándalus. En cualquier caso, dado el enfrentamiento que existía en al Ándalus entre las diferentes facciones que componían las tropas invasoras, no le fue fácil mantenerse en el poder. Sin embargo logró un delicado equilibrio entre todas esas fuerzas que le permitió nombrar como gobernadores de las principales ciudades a sus más fieles y allegados. Hasta tal punto se consideró asentado en el emirato que no sólo lo independizó, sino que, en los rezos diarios, sustituyó la invocación al califa de Bagdad por la suya propia. Asimismo, otro de los síntomas de ese afán independentista del Omeya, lo podemos encontrar en la acuñación de moneda en la que quedó eliminado el nombre del califa y sólo figuraba la fecha y el lugar de acuñación, al Ándalus.

Fue en tiempos de Abderramán I cuando comenzaron las obras para la construcción de la mezquita mayor de Córdoba, construida en el lugar que ocupaba una basílica visigótica, y que con la Alhambra de Granada, constituyen los monumentos más importantes de la arquitectura andalusí.

El “Emirato independiente” duró casi dos siglos, desde Abderramán I hasta que llegó Abderramán III en plena crisis andalusí. Durante este tiempo, no obstante, se consolidó el poder del Islam en Hispania. Como sabemos, sólo quedaron al margen del control andalusí las zonas montañosas del norte peninsular, donde a duras penas subsistían tanto los visigodos que allí se habían refugiado como los pueblos prerromanos existentes en estas tierras: astures, cántabros, galaicos, vascones...

A lo largo de toda la etapa del “Emirato independiente” los musulmanes llevaron a cabo campañas contra estos cristianos del norte con el objetivo de conquistar esta zona o, al menos, que estos quedaran aislados y no pudieran progresar hacia el sur. Los cristianos, no obstante, estaban obligados a pagar tributos al emirato. Los enfrentamientos que depararon estas campañas musulmanas les fueron a veces favorables (Morcuera año 863-864) y otras fueron netamente favorables a los cristianos  como la mítica batalla de Clavijo en el año 844 donde, según una vez más la leyenda, Ramiro I tuvo un sueño en el que se le aparecía Santiago, le comunicaba su propia presencia en la batalla y la victoria cristiana. Puesto en conocimiento de las tropas el sueño, los cristianos, con más moral que el alcoyano, se enfrentaron a los musulmanes y vieron a Santiago, en un caballo blanco[4], matando a diestro y siniestro musulmanes, es decir, apareció el Santiago matamoros de leyenda.

En otro orden de cosas, los conflictos internos continuaban, pues los gobernadores de los territorios fronterizos con los cristianos no estaban satisfechos y se rebelaban minando de esta manera el poder central de Córdoba. Hay que añadir, además, que existían muchas tensiones sociales; tanto con los muladíes, nombre que se dio a los que se convirtieron al islamismo, bien fueran cristianos o judíos, como con los mozárabes, nombre que designaba a los cristianos que vivían en territorio andalusí manteniendo sus creencias religiosas.

Aclaremos cuanto antes que los hispanovisigodos que se convirtieron al Islam fueron muy numerosos y aumentaba de día en día el número de cristianos que abrazaban la religión musulmana. ¿Quiere decir esto que a los cristianos el dios Alá los iluminaba y caían rendidos ante la verdad revelada? Bueno, es posible, pero si tenemos en cuenta que el que no fuera musulmán debía de pagar muchos más impuestos, quizá tengamos una respuesta bastante más cercana a la realidad. Hasta tal punto debía ser dura la presión fiscal hacia los muladíes, que cerca de un 75% de la población hispana se convirtió al islamismo

En cualquier caso, durante todo el periodo del “Emirato independiente” se produjeron disturbios de mayo o menor nivel producidos por las profundas tensiones existentes que, además, estaban mezcladas y atravesadas por factores tanto políticos como sociales que hicieron de este período de consolidación del Islam un período de inestabilidad política lleno de revueltas y altercados como el de Musa, miembro de la familia muladí Banu Casi se llegó a titular “tercer rey de Hispania”. Pero sin duda, la revuelta más importante fue la encabezada por el muladí malagueño Umar Ibn Hafsum en el año 879. Este panorama apenas cambió hasta la llegada de Abderramán III al poder que se encontró con un al Ándalus fragmentado en distintas zonas autónomas entre sí y alejadas del poder central de Córdoba.

4-4 El califato de Córdoba (929-1031). Abderramán III
Los saqueos, claro, correponden a las trastadas realizadas por Almanzor
Este fue el panorama con que se encontró Abderramán III (912-961) cuando llegó al trono de al Ándalus en el año 912. La decadencia política del emirato era un hecho obvio e incontrovertible, pues además de la revuelta de Umar Ibn Hafsum, que había alcanzado proporciones gigantescas, existían las actitudes de los gobernadores de las marcas, zonas fronterizas con los cristianos, que desde luego se pueden calificar de secesionistas. No obstante, Abderramán III se propuso desde el primer momento pacificar el territorio y a la vez restablecer la autoridad de los Omeya en al Ándalus. Comenzó por acabar con la sublevación de Umar Ibn Hafsum, lo que logró en 928. Asimismo, y simultáneamente logró acabar con las tendencias independentistas de los gobernadores de las marcas. Con este cambio radical en tan poco tiempo del estado en que se encontraba al Ándalus, en el año 929 se proclamó Califa y príncipe de los creyentes, estableciendo por tanto el Califato de Córdoba, lo que significaba la total independencia de Bagdad, incluida la religiosa, ya que la política se había logrado en el año 756 cuando se había declarado el “Emirato independiente”. Con ello dio inicio a la época más esplendorosa de la España musulmana.

Abderramán III puso freno al avance cristiano en su afán de repoblar aquellas tierras norteñas que se venía produciendo con las luchas de los reyes satures en el siglo IX, que había llegado a la línea del Duero; línea que apenas fue rebasada por los cristianos en el siglo X. Además supo sacar ventajas de las luchas internas por la sucesión en territorio asturleonés tras la muerte de Ramiro II, hasta el punto que los reyes cristianos pagaran un impuesto y hubo quien se trasladó a Córdoba para rendir homenaje al Califa, como Sancho I.

Abderramán III fue un político y militar de excepción que consiguió para al Ándalus la paz y prosperidad. En el año 936 dio las órdenes para que comenzara la construcción del palacio de Medina Azahara cerca de Córdoba como símbolo de su poder y grandeza. Se trataba, más bien, de una ciudad-residencia, pues en ella se albergaba el palacio, mezquita, talleres, jardines, etc.

Alhakén II (961-976) sucedió en el califato a su padre Abderramán III, quien era una persona muy interesada por las artes y la cultura y el breve período en el que reinó fue de gran esplendor cultural y  artístico. Intervino militarmente en las disputas internas en el reino de León y a Córdoba viajaban diferentes representantes de los reinos y condados hispanos dando muestras de la sumisión de los cristianos al califato de Córdoba.  

4-5 Almanzor

A Alhakén II le sucedió su hijo Hisham II (976-1009) que era un niño, por lo que el poder efectivo recayó en su tutor el hayib Ibn Abi Amir, persona de gran ambición que fue el verdadero dirigente de al Ándalus en su tiempo. A esta época del califato de Córdoba se la denomina de los “amiríes”  siendo Ibn Abi Amir, un personaje de una familia de tipo medio, el fundador la dinastía Amirí; esto significa que aunque en al Ándalus los cargos de funcionarios no tenían carácter hereditario, Ibn Abi Amir consiguió que su hijo le sucediera en el cargo y, a la muerte de éste, accedió al mismo otro de sus hijos, llamado Sanchuelo .

Pero digamos ya de una vez, que el tan mencionado en el párrafo anterior no es ni más ni menos que al Mansur bi-llah, que significa “el victorioso por Allah”, sobrenombre que recibió en el 981 y que es el conocido en las crónicas cristianas con el nombre de Almanzor.

Almanzor (976-1002) fue el fundador de un régimen autoritario basado en la fuerza del ejército y era temido en todo el orbe cristiano peninsular, pues sus campañas militares contra los cristianos fueron de lo más destructivas y terroríficas: en el año 985 sus tropas saquearon Barcelona, en el 988 destruían distintos monasterios leoneses, en el 997 entraban en Santiago de Compostela, donde respetaron la supuesta tumba del apóstol, no así la catedral que la arrasaron y volvieron victoriosos a Córdoba con las campanas de la misma, y en 1002 le tocó al monasterio San Millán de la Cogolla sufrir los envites y quedar arrasado por las tropas de Almanzor.

Pocos días después de la destrucción de San Millán de la Cogolla murió Almanzor, sucediéndole en el cargo su hijo al-Muzaffar (1002-1008) que siguió con la política de su antecesor e igual que su padre respetó al califa. A su muerte accedió su hermano Abderramán Sanyul (Sanchuelo para los cristianos) que, sin embargo, no actuó como sus dos predecesores y cometió el error de prescindir de Hisham II y pretender convertirse en califa pidiendo su abdicación. Mucho mejor le hubiera ido si hubiese continuado con la misma estrategia de gobernar a la vez que respetaba al califa, como hicieron sus predecesores, pues su intento de hacerse con el título de califa desató la de Dios es Cristo, los partidarios de los Omeya se levantaron en armas y se llegó a una guerra civil entre partidarios de uno y del otro. De esta manera se inició una etapa convulsa que duró casi veinte años en los que se proclamaron 13 califas, algunos de ellos depuestos y vueltos a poner. Durante este tiempo, y ya en la primera etapa, se fue fragmentado el califato y apareciendo territorios más o menos independientes, llamados ta'ifah (taifa), que en árabe significa tribu, en los que los dirigentes locales se hicieron llamar reyes o sultanes, consiguiendo la independencia total con la consiguiente desaparición del califato en 1031.

4-6 Primeras taifas (1031-1090)
Primeros reinos de Taifas
Evidentemente, la desaparición del califato conllevó la desaparición del poder central y cada una de las taifas fue gobernada por su autoridad local, sin que existiera ningún órgano colectivo que dirigiera algún tipo de política común. Es más, lo que ocurrió fue todo lo contrario, pues alguna taifa, por cuestiones dinásticas sobre todo, se volvió a fragmentar apareciendo otras nuevas, como en los casos de Zaragoza, Badajoz, Valencia, etc. Al mismo tiempo era frecuente también que unas taifas se integrarán en otras, generalmente por conquista, como en el caso de Sevilla, que absorbió a una docena. Además, en muchos casos, no existían fronteras fijas entre las taifas, lo que acarreaba conflictos continuos y algunas ciudades cambiaban de dueño con frecuencia. 
Los reyes de taifas, generalmente, gobernaron basándose en fidelidades de tribu en lugar de un sentimiento nacional apoyado en la lengua, la cultura o la religión. Los reyes de las taifas transmitían el poder mediante herencia (cuando podían, claro; porque a veces se montaba la marimorena). Cada taifa tenía su propio ejército, formado normalmente por tropas mercenarias.

Por otra parte, la política de alianzas era bastante frecuente, pues era muy habitual que en un determinado reino surgieran los conflictos internos para ver quien se hacía con el poder e, incluso,  las luchas de unas taifas contra otras para tratar de aumentar sus dominios territoriales estaban a la orden del día. Así pues, las alianzas se buscaban tanto entre musulmanes como con los reinos cristianos, ya que de lo que se trataba era de mantener el poder o aumentarlo. Por ello no había ningún reparo en buscar apoyos en lo que podríamos denominar el bando contrario.

Aunque no hay acuerdo entre los historiadores, pues como hemos visto el cachondeo que se traían integrándose o fragmentándose los territorios nacidos con la desaparición del califato, la división de al-Ándalus quedó reflejada en la creación de entre veinte y treinta taifas. Esta división, qué duda cabe, supuso una debilidad que los cristianos, como veremos más adelante, supieron aprovechar para ampliar sus dominios reconquistando las tierras situadas al sur del Duero y, además, impusieron parias a las taifas, tributos que debían de pagar los reyes de las taifas a los reyes cristianos por mantener la paz y no ser atacados, lo que suponía un mayor debilitamiento de los musulmanes y a la vez contribuía a aumentar el poder de los cristianos.

4-7 Almorávides (1091-1146)

Así las cosas, a finales del siglo XI, las taifas siendo conscientes de su debilidad y del peligro que corrían de ser atacadas, a pesar del pago de las parias, por los reinos cristianos del norte, varias de ellas recurrieron a los almorávides, enviando una delegación a Fez solicitando ayuda. Hay que tener en cuenta que, en efecto, los reinos cristianos no permanecieron ociosos y ya en 1085, por ejemplo, Alfonso VI tomó la ciudad de Toledo.

Los almorávides eran bereberes del norte de África que habían formado, basándose en un movimiento político-religioso, un sólido imperio en el occidente y centro del Magreb. Su sentido religioso era muy estricto y mantenía la ortodoxia islámica, dispuestos por lo tanto a la Guerra Santa. De ahí que los almorávides cruzaran el Estrecho, al mando de su jefe Yusuf Ibn Tasufin, llegando a las costas de Algeciras en 1086, deseando participar en dar palos a los infieles. Y así fue, en ese mismo año derrotaron a los ejércitos cristianos de Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, cerca de Badajoz. A su llegada los almorávides se encontraron con una tierra fértil, unos musulmanes muy relajados en sus costumbres, poco cumplidores con la doctrina del Islam y con gran tolerancia hacia los judíos y cristianos. No obstante, Yusuf volvió al Magreb, pero la incapacidad política, militar y económica de las taifas continuaba lo que les hacía mirar nuevamente a los reinos cristianos.

Yusuf volvió al-Ándalus en el año 1089 para ver de arreglar la situación. Sin embargo, las disensiones entre las taifas continuaban y decidió apoderarse de ellas para dar la batalla a los cristianos en mejores condiciones. Así ocurrió en efecto y ello conllevó algunos éxitos de los musulmanes que volvieron a recuperar territorios perdidos anteriormente, llegando hasta las mismas puertas de Toledo, que, sin embargo, no consiguieron ocupar. Sí lo hicieron en Badajoz, Zaragoza, Valencia, etc. Aunque, bien es verdad, que les duró poco tiempo y en unos años retornaron al dominio de los reinos cristianos.

La etapa de gobierno almorávide, que duró hasta 1145, supuso para al-Ándalus un resurgimiento que, sin embargo, no pudo continuar en el tiempo al tener los almorávides que reducir sus efectivos militares en la península y trasladarlos al Magreb para sofocar levantamientos disidentes y hacer frente a los ataques de los almohades en ese territorio. Los andalusíes empezaron también a levantarse en contra de las autoridades y soldados almorávides que aún quedaban y fueron creándose las llamadas “segundas taifas”, eso sí, en un espacio geográfico más reducido, pues los cristianos habían avanzado considerablemente hacia el sur y el este. Estas “Segundas taifas” existieron hasta que los almohades volvieron a unificar todo el territorio andalusí bajo su poder.

4-8 Almohades (1147-1269)

El motivo del traslado de las tropas almorávides al Magreb vino determinado por la necesidad de responder a los ataques de una nueva fuerza. En efecto, se trataba de los almohades, que conquistaron la capital de los almorávides, Marrakech, en el año 1147, apoderándose de todos sus  territorios consiguiendo, incluso, ampliar sus dominios en el norte de África.

Los almohades también eran beréberes como los almorávides y, asimismo, tenían un componente religioso muy acentuado. Por eso, los almohades acusaron a los almorávides de corrupción, de desvío de la doctrina islámica y de relajación religiosa y moral y arremetieron contra ellos. Sus aspiraciones, por otra parte, eran tanto espirituales como políticas.

La llegada de los almohades a al-Ándalus viene precedida por la necesidad de los andalusíes de las “segundas taifas” de recurrir a ellos para intentar frenar los avances cristianos, que en esos momentos les obligan a reducir, cada vez más, sus territorios. Al mismo tiempo, la necesidad de los andalusíes coincide con el afán expansionista de los almohades, vamos que, como dicen en mi pueblo, “se junta el hambre con las ganas de comer”. A pesar de todo, no parece que la ocupación de al-Ándalus por los almohades se pueda considerar pacífica, pues ocurrió, en muchos casos, de una forma violenta, pues no todas las taifas estaban de acuerdo en su venida, y algunas consideraban que era preferible llegar a acuerdos con los reinos cristianos para seguir manteniéndose en el poder, aun pagando elevadas parias, que recurrir a los almohades. Así hubo taifas que recurrieron al apoyo de los cristianos para hacer frente a los almohades, que, finalmente, consiguieron ocupar la totalidad de al-Ándalus y frenar el avance de los reinos cristianos.
Los almohades efectuaron en al-Ándalus un proceso de conquista similar al que habían realizado los almorávides. Acudiendo en auxilio de diversos lugares frente al empuje cristiano, dominaban Sevilla en 1147, Córdoba en 1149, Granada y otras ciudades; en 1157 cayó en su poder Almería, siendo seguida por Baeza, Jaén, Úbeda y otras. Sin embargo, su situación fue precaria hasta su desembarco en Gibraltar en 1161, iniciando la ofensiva. La victoria más sonada de los almohades sobre los cristianaos fue en la  batalla de Alarcos, año 1195.

Estos fueron los momentos de mayor auge de los almohades en la península Ibérica, pues a partir de la derrota sufrida en la batalla de Las Navas de Tolosa (cerca de Jaén), año 1212, seguida de los conflictos internos por la sucesión en el poder,  los almohades no levantaron cabeza y, una vez más, los levantamientos de los andalusíes encabezados por sus jefes locales, traen consigo, esta vez, las “Terceras taifas”.

En todo caso, sólo el reino de Granada de Ibn Nasr sobrevivió al proceso de reconquista del siglo XIII ejecutado por los reinos cristianos y quedó como reino independiente, aunque tributario del de Castilla.

4-9 La dinastía Nasrí o Nazarí de Granada (1238-1492)
A finales del siglo XIII sólo el reino nasrí (nazarí) de Granada, surgido a consecuencia de la fragmentación de al-Ándalus después del poder almohade, quedó en manos de los musulmanes que duraría hasta finales del siglo XV, en concreto hasta 1492, que fue cuando entraron en Granada los Reyes Católicos. Este reino abarcaba una franja de territorio a lo largo de la costa, desde Tarifa hasta Almería y desde el Mediterráneo hasta poco más al norte de Granada, comprendiendo otras ciudades importantes, como Málaga.
El fundador de la dinastía nazarí y del reino de Granada, Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr (1231-1273), comenzó siendo reconocido como gobernante de su ciudad natal, Arjona al norte de Jaén, en 1231, ampliando su poder posteriormente a Jaén y Guadix, y más tarde, en 1238, se apoderó de Granada y su territorio. Sin embargo debió de reconocer, mediante la firma de un tratado de paz, la soberanía del rey castellano  Fernando III, prestarle ayuda militar y a pagar un fuerte tributo anual.
En cualquier caso, Granada se convirtió en una importante ciudad, centro cultural de primer orden, en la que el primer miembro de la dinastía nazarí comenzará la construcción de la Alambra que, junto a la mezquita de Córdoba, es lo más sobresaliente de la arquitectura andalusí.
La península Ibérica a mediados del siglo XIII

Durante las dos centurias y media que duró el reino de Granada su situación fue un tanto precaria, pues estaba amenazado al sur por los benimerines o mariníes[5], que ocupaban el norte de África, y al norte por los cristianos. Si se pudo consolidar fue, fundamentalmente, gracias a la diplomacia, a las distintas alianzas que de forma alternativa formó con los dos núcleos que amenazaban su existencia y a que tanto los mariníes como los cristianos tuvieron sus propios conflictos internos[6] que les impidió prestar la suficiente atención al reino vecino.
En estos dos siglos y medio hubo ciudades (Gibraltar, por ejemplo) que fueron conquistadas por unos y reconquistadas de nuevo por los otros. Sus fronteras variaron constantemente, aunque no de forma importante. De esta etapa viene la utilización de muchos de los pueblos de frontera de este apelativo precisamente como, por ejemplo, Jerez, Vejer, Arcos, Conil, etc.
Uno de los encuentros más famosos entre los musulmanes y cristianos de esta época, se celebró en 1340 en la Batalla del Salado. Los andalusíes contaban con la ayuda del rey de Fez y sus tropas, pues pretendían reconquistar la península. A ellos se enfrentó un combinado integrado por fuerzas de Castilla, Aragón y Portugal derrotando a las tropas islamistas.
A finales de la mitad del siglo XV, Castilla se encontraba inmersa en una guerra civil entre los partidarios de Pedro I, el Cruel, y Enrique de Trastámara. Los musulmanes, sin embargo, no pudieron aprovechar esta oportunidad de ampliar su zona de influencia, pues su reino se encontraba en una situación de desparramo total con conflictos internos importantes. La inestabilidad continuó en el reino de Granada y en el año 1462 los cristianos les arrebatan de nuevo Gibraltar, esta vez definitivamente, dejando al reino de Granada aislado del norte de África.

El penúltimo rey nazarí fue Muley Hacén[7] (1464-1482 y 1483-1485), su reinado se caracterizó por la inestabilidad y las disputas internas en torno al poder. Al parecer, Muley Hacén quedó prendado ante los encantos de una noble cristiana, llamada Isabel de Solís, que había sido apresada como cautiva en una escaramuza de los nazaríes. Una vez convertida al islamismo Isabel tomó el nombre de Soraya (que significa Lucero del Alba) y el rey la hizo su favorita y tuvo dos hijos con ella. Ello provocó las iras de Aixa, su antigua esposa, la madre de Abu Adb Allah (Boabdil), que comenzó unas intrigas palaciegas que finalmente acabaron con Muley Hacén destronado.

Al finalizar el reino nazarí
No obstante, Boabdil (conocido como El Chico) se levantó en 1482 contra su padre y su tío, El Zagal, y con el apoyo de su madre Aixa y con el de la destacada familia de los abencerrajes, fue proclamado sultán del reino nazarí, quien para justificar ante sus súbditos su proclamación, atacó Lucena, en 1483, donde fue hecho prisionero. Los reyes Católicos pactaron con él su libertad y lo utilizaron contra su padre, que había recuperado el trono de Granada. Dos años más tarde, en 1485, Boabdil fue liberado, pero tuvo que pagar un alto rescate y el reconocimiento, cuando volviese a ocupar el poder del reino nazarí, de la soberanía de los Reyes Católicos sobre Granada.
Muley Hacén murió en 1485 y, aunque su hermano El Zagal continúo con su partido, Boabdil consiguió el poder, no sin cesar la guerra civil contra El Zagal y sus partidarios. Así las cosas, los Reyes Católicos aprovechando la debilidad de la monarquía nazarí y la enorme potencia cristiana tras la unión de los reinos de Castilla y Aragón (1479) fueron conquistando de forma sistemática todas las plazas del reino (Ronda, 1485; Loja, 1486, Málaga, 1487; Baza, 1489 y El Zagal entregaba Almería y Guadix en 1489), lo que culminó con el cerco de la ciudad de Granada en 1491, llegando a la rendición y capitulación el 2 de enero de 1492, fecha en la que entraron triunfantes los Reyes Católicos en la ciudad.
Boabdil recibió a cambio el señorío de las Alpujarras, donde se retiró hasta que en 1493 se exilió a  Fez. Dice la leyenda española, que no está sustentada en ningún tipo de documentación, claro, que Boabdil al retirarse hacia las Alpujarras, al llegar a un altozano[8], se volvió para ver por última vez Granada y lloró. Su madre, en esos momentos, le dijo: Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre. La historia política de al-Ándalus había terminado.

La Alhambra de Granada
Los acuerdos llegados para la capitulación recogían aspectos que eran aceptables para los musulmanes, pues se acordaba, por ejemplo, que se garantizaba la seguridad de las personas y propiedades; los musulmanes serían juzgados por sus propias leyes; se admitía el funcionamiento de ma en las mezquitas ni en los hogares de los musulmanes; ponía en libertad a todos los prisioneros de Granada; admitía la emigración a África de todos los que lo desearan; no se castigaría a los conversos; eximía a los musulmanes de dar hospitalidad a los cristianos; concedía a los musulmanes libertad de movimientos en territorios cristianos.ezquitas y otras instituciones religiosas, dando libertad de culto y otras prácticas; no permitía a los cristianos la entrad

Sin embargo, con la llegada de Francisco Jiménez de Cisneros, más conocido como Cardenal Cisneros, a Granada, en 1499, sustituyendo a Fray Hernando de Talavera primer arzobispo de la ciudad, mucho más benévolo y comprensivo que Cisneros, pues pretendía la conversión de los musulmanes a través de la persuasión y el convencimiento, las cláusulas de la capitulación quedaron en papel mojado y los musulmanes, según se dictaba en una pragmática de febrero de 1502 de los Reyes Católicos, debieron de elegir entre la conversión al cristianismo o el exilio. Esta última fue la elección de la mayoría. A partir de este momento el término mudéjar desaparece, pues dejan de existir en tierra peninsular los musulmanes, ya que, o bien han sido expulsados, o bien se han convertido al cristianismo. A estos últimos se les denominará moriscos.

4-10 Estructura económica y social de al-Ándalus

Al-Ándalus se insertó plenamente en el mundo económico del Islam. Ello supuso que la economía de la España musulmana, a diferencia de lo que sucedía en los territorios cristianos del norte, fuera de un gran dinamismo. En dicha economía sobresalía, como rasgo más significativo, el trascendental papel que desempeñaban las ciudades, centros tanto de actividades artesanales como mercantiles.
La mezquita de Córdoba

Pero los árabes no sólo impulsaron el desarrollo en las ciudades, sino que también consiguieron desarrollar una gran actividad y modernización de las zonas rurales. Así los árabes introdujeron importantes novedades, impulsando notablemente el regadío, sobre todo a base de la noria (5.000 norias en el valle del Guadalquivir). Al mismo tiempo se realizó una gran expansión de  la arboricultura. Pero quizá una de las novedades más significativas fue el desarrollo de cultivos como el arroz, los agrios, la caña de azúcar, la palmera, el algodón, la berenjena o el azafrán. Es preciso señalar, asimismo, el auge alcanzado por las plantas aromáticas y medicinales, así como la proliferación de las huertas y los vergeles. También adquirió gran importancia en al-Ándalus la producción de seda.
Desde el punto de vista de la ganadería los animales que más abundaban en al-Ándalus eran la oveja y la cabra, sin olvidar a los caballos, imprescindibles para la guerra, y a las mulas, utilizadas para el acarreo de productos.

Pero el centro de la vida económica de al-Ándalus eran las ciudades. Muchas de ellas tenían raíces romanas, aunque hubo algunas de nueva creación, entre las que cabe mencionar a Almería, Madrid o Calatayud. Sin duda la ciudad más próspera de al-Ándalus desde el siglo VIII al X fue Córdoba. Córdoba era la ciudad más poblada de todo el Occidente, tanto musulmán como cristiano. Se calcula que, en el siglo X, tenía una población próxima a los 100.000 habitantes. París por aquel entonces no tendría más de 30.000
La sociedad musulmana tenía un carácter teocrático, por cuanto no había en ella la menor separación entre el plano religioso y el político

El término Islam significa, desde el punto de vista religioso, entrega o sumisión a Dios. La mezquita era en el mundo musulmán el centro de la vida religiosa. En las mezquitas mayores de las ciudades se reunían los fieles para asistir a la oración de los viernes.

Los musulmanes, por otra parte, recogieron el riquísimo legado cultural del mundo helenístico, así como el de diversos países del Medio Oriente. Por el mundo islámico circulaban abundantes manuscritos, de temas literarios o científicos.

Las ciencias fueron cultivadas ampliamente en al-Ándalus. En el ámbito de las matemáticas conviene recordar que los árabes introdujeron en tierras hispanas, a finales del siglo IX, la numeración de origen indio. Matemáticas, astronomía, medicina, botánica, zoología, alquimia o la farmacología fueron materias en donde hubo grandes estudiosos en la etapa musulmana.
4-11 Las instituciones

En los comienzos de la conquista musulmana, los gobernadores que se sucedieron en al-Ándalus y cuya dependencia de los califas de Damasco era cada vez más teórica, impusieron en la península Ibérica y a escala reducida los cuadros administrativos de la Siria de los omeyas. En el año 716 la capitalidad fue transferida de Sevilla, excesivamente periférica, a Córdoba, donde quedó centralizado el gobierno.

Con Abderramán I la simple provincia del imperio musulmán se transformó en principado independiente. El monarca tenía un poder absoluto, pero nunca adoptó otros títulos que los de rey y emir, a los que añadía el nombre de hijo de califas. Abderramán III se intituló califa y príncipe de los creyentes, imponiéndose como jefe temporal y espiritual. Presidía la oración solemne de los viernes, juzgaba en última instancia, monopolizaba la acuñación de monedas, en las que grababa su propio nombre, y decidía sobre el gasto público. El califa era, además, generalísimo de los ejércitos y dirigía la política exterior.

Según los cronistas andaluces, los omeyas nombraban en vida a sus sucesores, sin respetar la primogenitura.

En las tierras que habían llegado a ser sojuzgadas mediante tratado de capitulación, quienes pertenecían a religiones reveladas ("gentes del libro") como cristianos y judíos, conservaban el usufructo de sus dominios pero pagaban un impuesto anual sobre la tierra (jaray). Los territorios conquistados por las armas se consideraban botín de guerra y sus habitantes pagaban sumas fijadas por el soberano.

La organización provincial del califato omeya se remontaba al siglo VIII y se basaba en la circunscripción provincial o cora (kura), cuya capital era casi siempre una ciudad de cierta importancia en la que residía el gobernador (wali). La división en coras tenía como base la situación existente en la península antes de la llegada de los árabes, ya que en la mayoría de los casos cada cora correspondía a una diócesis cristiana de la época visigoda.

4-12 Vida cultural en al-Ándalus

Lo primero que habría que decir al respecto es que los gustos de los andalusíes eran mucho más refinados, distinguidos y sibaritas que los gustos de los cristianos, rudos y toscos en comparación. Parece ser que muchas de las delegaciones de los reinos cristianos que visitaron al-Ándalus para entrevistarse con los emires, califas, etc, volvían deslumbradas del esplendor, la elegancia, el refinamiento y la cultura de los andalusíes. Sin lugar a dudas, en su conjunto, era una sociedad mucho más avanzada que la cristiana.

Cuando en los reinos cristianos la higiene personal era una práctica poco conocida o, incluso para el que la conocía, desaconsejada, en al-Ándalus existían los baños públicos (los conocidos hammans) en los que además de practicar la higiene corporal, servían como lugar de encuentro entre vecinos y amigos, en los que se comentaban los acontecimientos políticos y sociales de actualidad. Podríamos decir que la asistencia a los baños públicos era un acto social, además de higiénico, claro. A estos baños asistían tanto mujeres como hombres. Eso sí, jamás juntos. Compartían el espacio, pero no al mismo tiempo. Los niños acompañaban a las madres hasta que llegaban a una edad en que ponían ojos golositos al cuerpo femenino, que pasaban a utilizar el horario varonil.

La enseñanza había conseguido, ya desde los tiempos de los omeyas, un gran nivel. Los principales centros intelectuales estaban, evidentemente, en los grandes núcleos urbanos: Córdoba, Sevilla, Málaga, Guadix, Zaragoza, Almería, Toledo, Granada. Sin embargo, muchos de los centros con menor población también contaban con su escuela primaria. De ahí que el grado de alfabetización en al-Ándalus era muy superior que en la España cristiana.

En cualquier caso, la cultura andalusí está considerada como una de las épocas más brillantes del Islam. Asimismo, la filosofía andalusí, con Averroes a la cabeza, tiene una importancia fundamental en la historia de la filosofía occidental. No obstante, en al-Ándalus no sólo destacaron los pensadores musulmanes, también lo hicieron los cristianos y los judíos en el que figura en lugar destacado el judío Maimónides.

La ciencia fue otra de las actividades que en al-Ándalus se desarrolló con gran amplitud consiguiendo un gran prestigio pues era más avanzada que la cristiana y se había desarrollado al amparo del pensamiento clásico griego. Dentro de la ciencia predominaron las disciplinas prácticas como la medicina, la agricultura, la física, matemáticas, etc.

4-13 Legado andalusí

El legado andalusí que dejó el paso de los islamitas por la Península Ibérica es muy amplio y variado. Su influencia se encuentra en nuestras costumbres actuales, nuestro lenguaje, nuestra gastronomía, nuestra toponimia y en un largo etcétera.

Por mencionar algunos ejemplos culinarios, tenemos al bunduq (en árabe significa “la bola”) que son el origen de las albóndigas. Las frituras como los huevos; los postres como el arroz con leche; los dulces elaborados con miel y almendras como el turrón. Asimismo, en al-Ándalus nació el ceremonial de mesa que hoy conocemos como el orden de servir los platos: entradas, platos fuertes y, por último, los postres. La berenjena llega a la península en esta época convirtiéndose desde entonces en uno de los vegetales básicos de la famosa dieta mediterránea y fue tan apreciada que a las comidas a las que asistían numerosos y bulliciosos comensales se los llamaba “berenjenales”. El café es otro de los alimentos que nos llegaron a través de los islamitas.

En cuanto al lenguaje qué podemos decir, pues que tenemos muchas palabras provenientes del árabe. No podía de ser de otra manera, ya que cuando las lenguas romances de la península comienzan a aparecer ya estaban presentes los árabes y, por lo tanto, desde el principio esta lengua tiene una gran importancia en la creación de la lenguas romances peninsulares: catalán, castellano, portugués y gallego; no así en el euskera que, como hemos visto anteriormente, tiene su origen, nada menos, que en la Torre de Babel. Así tenemos palabras que utilizamos en la actualidad como alcazaba, atalaya, zaga, acequia,, aljibe, noria, alcachofa, alubias, zanahoria, azafrán, azucena, azahar, algodón, alfiler, marfil, arrabal, albañil, tabique, azulejo, alfombra, jofaina, almohada, mezquino, álgebra, cifra, algoritmo, etc. etc. También en la denominación de algunos lugares y ciudades nos encontramos con la influencia del árabe: Alcalá (el castillo), Guadalajara (río de piedra), Guadalquivir (río grande), etc. En fin, valgan estos botones de muestra para comprobar la importancia de la lengua árabe en el léxico español actual.


[1] Gentes del Libro es como se designa en el Islam a los creyentes de religiones monoteístas: cristianos, judíos y los propios musulmanes
[2] Por esta circunstancia, por el refugio de Don Pelayo y los suyos en las montañas asturianas, hay algunos asturianos (como mi amigo Toño) que consideran que España es verdaderamente Asturias y el resto... es tierra reconquistada.
[3] Parece bastante lógico después de la zurra que les habían dado a su familia los abasíes.
[4] De esta leyenda viene la adivinanza: ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?
[5] Los mariníes son los miembros de los Banu Marin, dinastía que surgió a mediados del siglo XIII en el norte de Africa tras la caída de los almohades.
[6] En los siguientes capítulos entraremos de forma más pormenorizada sobre estos asuntos, como por ejemplo la guerra entre los Pedros o la llegada de la dinastía de los Trastámara al poder.
[7] Una leyenda dice que Muley Hacén, hastiado de la vida, dispuso que a su fallecimiento le enterraran lo más cerca del cielo en el pico más alto. Al parecer así lo hicieron y por eso el pico más alto de la península Ibérica lleva su nombre: Mulhacén en la provincia de Granada.
[8] Hoy en día el que vaya de Granada a la costa por carretera vera nada más salir de Granada ese altozano con el nombre de “Suspiro del Moro” Por cierto, en ese lugar se encuentra en la actualidad un mesón donde reponer fuerzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario